domingo, 23 de noviembre de 2014

Despertando de una pesadilla real

25 de Noviembre: Día de la no violencia contra la mujer (versión resumen)

Despertando de una pesadilla real    (Crónica)


La primera vez que Beatriz se dio  cuenta lo violento que era Saúl, fue cuando éste, en medio de una leve discusión término arrojando un vaso al piso convirtiéndolo en añicos. En ese instante, cautelosa ella, no le dijo nada, supo que no era el momento indicado para preguntas.
         Luego de unos días, cuando las aguas se habían calmado, cuando el leve percance había quedado casi en el olvido (al menos para él), ella le preguntó porqué había reaccionado de esa forma. Saúl le respondió que tan sólo de ese modo pudo desahogar su rabia. - ¿Y no te pudiste controlar? – le preguntó Beatriz. - No, - respondió Saúl – no pude evitarlo.
         Después de aquel incidente sostuvieron algunas discusiones más. Pero Saúl no había reaccionado como la primera vez. Quizá fue por esto que más adelante en una nueva pelea la situación se le fue de las manos. Era como si en todo este tiempo se hubiesen estado acumulando todas esas rabias. Solo así se explicaría el porqué de esta dura reacción: la empujo tan fuerte, al extremo que estuvo a punto de llevarla al suelo.
        Últimamente andaba muy desconfiado. A diario revisaba sus cosas, su teléfono móvil, tenia celos de sus amigos, de sus familiares. No quería que salga. Pero esta inseguridad no había surgido de la nada. Cierto día ocurrió un incidente: Beatriz fue a un cumpleaños con unas amigas sin previo aviso. Cuando él se enteró sintió una gran desilusión, una fuerte desconfianza.  Quizás, allí recién afloró el verdadero carácter que tenía agazapado durante dos años de relación. Beatriz era consciente de que había fallado, que había roto la confianza ganada en todo ese tiempo, aunque muy en el fondo se decía que no era para tanto, que era una exageración por parte de Saúl. Cada vez que sostenían una discusión él le recordaba y enrostraba con duras palabras ese episodio.
        Con el tiempo (ya cansada de tanto reproche) Beatriz se dio cuenta que esa situación no podía continuar así, que no podía seguir soportando tantas injurias, tanto maltrato sicológico. Fue entonces cuando decidió terminar con él.
         Sin embargo, cada vez que ella le decía para que terminen su relación, Saúl se ponía eufórico, su  rostro se transformaba en una mezcla de rabia y de tristeza. Maldecía el ya no poder confiar en ella y terminaba amenazándola con que si lo dejaba él se suicidaría.
      Conforme pasaban los días, la desconfianza de Saúl iba en aumento. A cada instante quería saber dónde y con quién estaba, hasta había llegado al extremo de espiarla a la salida de su casa, de su trabajo. Pero la gota que derramo el vaso ocurrió una noche cuando él, en su cuarto, intentó besarla y ella lo esquivó. Luego de tantas insistencias Beatriz dejó que la besara pero cuando Saúl se preponía a hacerle el amor ella se retiró bruscamente y le dijo que no. El, como era de esperarse, le pidió explicaciones pero ella lejos de decirle la verdad sólo atinó a proferir que no tenía ganas. - ¡Es algo más que eso! – Gritó Saúl un tanto exasperado – No me quieres besar, no quieres hacer el amor, ¿Acaso ya no te gusto? ¿Acaso hay otro hombre? - No digas tonterías - refutó Beatriz.
         Al no encontrar una respuesta concreta Saúl se fue enfureciendo cada vez más hasta que en un momento sin saber cómo sintió la palma de su mano estrellándose contra la mejilla de Beatriz. Esa mejilla tantas veces acariciada por sus labios.
Beatriz lloró. No lo hizo por el dolor de la bofetada, sino por tristeza,  amargura. Supo que allí acababa todo, que ese golpe daba crédito a las conjeturas sobre el impulsivo carácter de Saúl. Lloró porque nunca pensó que él, la persona que en un momento dijo amarla con toda su alma, se había atrevido a golpearla. Ahora tenía bien en claro que si él había sido capaz de eso, era capaz de hacerle cualquier otra cosa.
A un lado, Saúl, perplejo, la contemplaba, se cogía la cabeza en señal de arrepentimiento. Sintió ganas de abrazarla, consolarla, secarle las lágrimas, pero algo, quizás su sucia conciencia no le dejaba actuar convenientemente. - Perdóname – se escuchó decir, con voz algo firme pero no menos contrita – Perdóname por favor, no lo quise hacer,  no se lo que me paso. - Juraste que nunca me pondrías la mano – gritó ella con voz quebrada por el llanto - Abusivo, te odio, has matado el poco amor que quedaba.
Esas palabras laceraron los sentimientos de Saúl, dolían más que la bofetada que le había propinado. - Perdí el control mi amor, perdóname, te debiste callar cuando te lo pedí. Me siento avergonzado. Es que me sacaste de mis casillas. Perdóname…
Dos horas después (increíble el enorme grado persuasivo de Saúl) ella acurrucada en sus brazos le pedía que no lo volviera hacer. Lo perdonó. ¡Craso error, gravísimo! La mente de alguien que acaba de cometer un acto de violencia es parecida a la de un niño cuando ha cometido una travesura y si no se le corrige como se debe (o si se le  corrige y al rato se le mima) éste no escarmienta, definitivamente no.
De ello se fue dando cuenta con el paso del tiempo. En los seis años de convivencia, ya con dos hijos. Su madre, quien era la que más sufría al ver como maltrataban a su hija, se había cansado ya de pedirle que se separara, que lo denunciara. Pero Beatriz, terca ella, fiel al maltrato, no obedecía. Algo inexplicable (porque hasta hoy no se puede entender como una persona puede seguir amando a alguien que lo maltrata) hacia que fuera una adlátere, una súbdita de la violencia. El colmo era que ahora ella lo eximía de las golpizas. Cada vez que su familia la veía con un moretón aparecido en alguna parte del cuerpo, ella les decía que se había golpeado accidentalmente en casa. Sus pequeños hijos, que ya se daban cuenta de la realidad, eran quienes desmentían esas falsas versiones.

Como era previsible, ese error se pagó diez años después con  Beatriz hospitalizada, al borde de la muerte. Ahora recién se da cuenta que fue una gran equivocación al perdonarlo por primera, segunda, tercera y enésima vez.  
25 de Noviembre: Día de la no violencia contra la mujer (versión original)

Despertando de una pesadilla real     (Crónica)

La primera vez (luego de diez meses de enamorados) que Beatriz se dio  cuenta lo violento que era Saúl, fue cuando éste, en medio de una leve discusión término arrojando un vaso al piso convirtiéndolo en añicos (sin imaginar siquiera que así, al igual que ese vaso, acabaría su relación). En ese instante, cautelosa ella, no le dijo nada, se lo guardó, se calmó, supo que no era el momento indicado para preguntas. Aunque en el fondo hubiera querido seguir discutiendo y ver hasta qué extremo Saúl era capaz de llegar con su furia.
         Luego de unos días, cuando las aguas se habían calmado, cuando el leve percance había quedado casi en el olvido (al menos para él), ella le preguntó porqué había reaccionado de esa forma. Saúl le respondió que tan sólo de ese modo pudo desahogar su rabia. - ¿Y no te pudiste controlar? – le preguntó Beatriz. - No, - respondió Saúl – no pude evitarlo. - Pero tiene que haber una forma – repuso ella. - ¿Y cómo? – Dijo Saúl mirándola  a los ojos - ¿acaso pegándote?, no, ¿verdad? Eso jamás haría. - Claro que no, – sentenció Beatriz – eso nunca te lo perdonaría. Pero tienes que aprender a controlarte, no puedes dejarte llevar por la cólera – añadió acariciándole el rostro. - ¿Controlarme? ¿Cómo? – insistió el – si tu no cooperas, cuando te digo que te calles tú no lo haces…
         Después de aquel incidente sostuvieron algunas discusiones más. Pero Saúl no había reaccionado como la primera vez. Quizá fue por esto que en una nueva pelea la situación se le había ido de las manos. Era como si en todo este tiempo se hubiesen estado acumulando todas esas rabias. Solo así se explicaría el porqué de esta dura reacción: la empujo tan fuerte, al extremo que estuvo a punto de llevarla al suelo.
        Últimamente andaba muy desconfiado (por lo general este era el motivo por el que sostenían frecuentes discusiones). A diario revisaba sus cosas, su teléfono móvil, tenia celos de sus amigos, de sus familiares. No quería que salga. Pero esta inseguridad no había surgido de la nada. Cierto día ocurrió un incidente: Beatriz fue a un cumpleaños con unas amigas sin previo aviso.  Cuando él se enteró sintió una gran desilusión, una fuerte desconfianza.  Quizás, allí recién afloró el verdadero carácter que tenía agazapado durante dos años de relación.
      Beatriz era consiente de que había fallado, que había roto la confianza ganada en todo ese tiempo, aunque muy en el fondo se decía que no era para tanto, que era una exageración por parte de Saúl. Cada vez que sostenían una discusión él le recordaba y enrostraba con duras palabras ese episodio.
        Con el tiempo (ya cansada de tanto reproche) Beatriz se dio cuenta que esa situación no podía continuar así, que no podía seguir soportando tantas injurias, tanto maltrato sicológico. Fue entonces cuando decidió terminar con él.   Consideró que eso era lo más sensato y saludable que podía hacer por el bien de los dos.
         Sin embargo, cada vez que ella le decía para que terminen su relación, Saúl se ponía eufórico, su  rostro se transformaba en una mezcla de rabia y de tristeza. Maldecía el ya no poder confiar en ella y terminaba amenazándola con que si lo dejaba él se suicidaría. “Si tu no eres para mi no serás de nadie”, era otra de las frases que solía decirle. No se sabría decir cuál de estos dos chantajes era el que más preocupaba a Beatriz y desistiera de su propósito.
      Conforme pasaban los días, la desconfianza de Saúl iba en aumento. A cada instante quería saber dónde y con quién estaba, hasta había llegado al extremo de espiarla a la salida de su casa, de su trabajo.
        Pero la gota que derramo el vaso ocurrió una noche cuando él, en su cuarto, intentó besarla y ella lo esquivó. Luego de tantas insistencias Beatriz dejó que la besara pero cuando Saúl se preponía a hacerle el amor ella se retiró bruscamente y le dijo que no. El, como era de esperarse, le pidió explicaciones pero ella lejos de decirle la verdad sólo atinó a proferir que no tenía ganas. - ¡Es algo más que eso! – Gritó Saúl un tanto exasperado – No me quieres besar, no quieres hacer el amor, ¿Acaso ya no te gusto? ¿Acaso hay otro hombre? - No digas tonterías - refutó Beatriz.
         Al no encontrar una respuesta concreta Saúl se fue enfureciendo cada vez más hasta que en un momento, sin saber cómo, sintió la palma de su mano estrellándose contra la mejilla de Beatriz. Esa mejilla tantas veces acariciada por sus labios.
Beatriz lloró. No lo hizo por el dolor de la bofetada, sino por tristeza,  amargura. Supo que allí acababa todo, que ese golpe daba crédito a las conjeturas sobre el impulsivo carácter de Saúl. Lloró porque nunca pensó que él, la persona que en un momento dijo amarla con toda su alma, se había atrevido a golpearla. Ahora tenía bien en claro que si él había sido capaz de eso, era capaz de hacerle cualquier otra cosa.
A un lado, Saúl, perplejo, la contemplaba, se cogía la cabeza en señal de arrepentimiento (sin saber que ya era demasiado tarde, que con ese sopapo  acababa de sentenciar el desamor de Beatriz). Sintió ganas de abrazarla, consolarla, secarle las lágrimas, pero algo, quizás su sucia conciencia no le dejaba actuar convenientemente. - Perdóname – se escuchó decir, con voz algo firme pero no menos contrita – Perdóname por favor, no lo quise hacer,  no se lo que me paso.
Se puso de rodillas, apoyó su cara en las faldas de Beatriz y lloró. Quizá presentía los corolarios que ese arrebato ocasionaría. Tal vez por ello le salieron palabras que nunca antes había pronunciado. Era casi seguro que salían del corazón, de ese corazón que hace unos instantes, durante la disputa, se había acelerado. Intentó tocarla pero Beatriz no se dejó. Estaba en shock. - Juraste que nunca me pondrías la mano – gritó con voz quebrada por el llanto –. Abusivo, te odio, has matado el poco amor que quedaba.
Esas palabras laceraron los sentimientos de Saúl, dolían más que la bofetada que le había propinado. - Perdí el control mi amor, perdóname, te debiste callar cuando te lo pedí. Me siento avergonzado. Es que me sacaste de mis casillas. Perdóname…
Dos horas después (increíble el enorme grado persuasivo de Saúl) ella acurrucada en sus brazos le pedía que no lo volviera hacer. Lo perdonó. ¡Craso error, gravísimo! La mente de alguien que acaba de cometer un acto de violencia es parecida a la de un niño cuando ha cometido una travesura y si no se le corrige como se debe (o si se le  corrige y al rato se le mima) éste no escarmienta, definitivamente no.
De ello se fue dando cuenta con el paso del tiempo. En los seis años de convivencia, ya con dos hijos. Hasta esa fecha, gran parte de la familia de Beatriz no se llevaba bien con Saúl. Un hermano, sacando cara por ella, se había ido hasta los golpes con su cuñado y como resultado había nacido el encono entre ellos. Su madre, quien era la que más sufría al ver como maltrataban a su hija, se había cansado ya de pedirle que se separara, que lo denunciara. Pero Beatriz, terca ella, fiel al maltrato, no obedecía. Algo inexplicable (porque hasta hoy no se puede entender como una persona puede seguir amando a alguien que lo maltrata) hacia que fuera una adlátere, una súbdita de la violencia. El colmo era que ahora ella lo eximía de las golpizas. Cada vez que su familia la veía con un moretón aparecido en alguna parte del cuerpo, ella les decía que se había golpeado accidentalmente en casa. Sus pequeños hijos, que ya se daban cuenta de la realidad, eran quienes desmentían esas falsas versiones.
Como era previsible, ese error se pagó diez años después. Beatriz hospitalizada, al borde de la muerte.

Ahora recién se da cuenta que se equivocó al perdonarlo por primera, segunda, tercera y enésima vez.  

sábado, 25 de octubre de 2014

Cicatriz del destino (cuento)

Si él fuera mayor que ella, es muy probable que para todos estaría casi perfecto, pero como aquí la cuestión es al revés, las críticas no se han hecho esperar. El absurdo machismo como siempre ha disparado sus superfluos dardos: “que como es posible que se haya fijado en un joven que fácilmente podría ser su hijo” “que no pasara mucho tiempo en que él la deje por otra menor que ella”
Ellos no hacen caso a las críticas, al que dirán, o mejor dicho no les afecta. La fuerza de su amor aniquila cualquier vestigio de prejuicios. No obstante en algunas noches de reflexión, a escondidas de la luna, ella se ha preguntado el porqué de tan intenso amor. Algo en su interior le dice que en sus vidas estaba destinado ser el uno para el otro. Él por su parte se ha hecho la misma pregunta. Presiente que ha nacido para protegerla. ¿Protegerla? – se interroga - ¿Cómo podría un joven de dieciocho años proteger a una mujer de treinta y cinco?
Una tarde de playa, luego de hacer el amor, ambos salen a caminar por el muelle. Cuando están a medio camino ella resbala por las grietas que ha sufrido una de las vetustas tablas. Los reflejos del joven son automáticos: la atrapa con su mano izquierda (esa donde tiene una cicatriz producida por una quemadura en su niñez). Al sentir el contacto de la mano, de su joven pareja, una extraña sensación se ha apoderado de ella, un flash de recuerdo se le ha venido a la memoria:
Ella tenía dieciocho años, viajaba en un auto colectivo. Su rostro lleno de lágrimas. Su corazón destrozado por un hombre que le acaba de decir que ya no la ama. Presa de la desesperación y la angustia en un momento, casi por instinto, su mano está a punto de abrir la manija del auto en marcha (su intención es arrojarse). En ese instante una mano vendada, como la de un ángel, se posa sobre la de ella. Es la mano de un niño de año y medio de edad, quien está en los brazos de su madre. La caricia la ha enternecido a  tal extremo que su estado depresivo a ha sufrido un cambio brusco, provocando que su decisión fatal (inconsciente) quede nula.
-          ¿Eras tú? - le pregunta sorprendida, mirándole los ojos, luego la mano.
El joven no entiende nada. Obviamente su memoria de año y medio aún era demasiado frágil.

-          Tú me salvaste la vida hace dieciocho años – le dice – hoy lo has vuelto a hacer. Ahora entiendo el porqué de tan intenso amor, ahora entiendo el porque nos amamos con el alma.

lunes, 13 de octubre de 2014

EscaraMuzas quE eL deSeo alejArá (poesía)


ALUCINACIÓN

El mundo se ha partido en dos,
El mar arde en llamas,
El sol ha caído al abismo,
El tiempo ha colapsado,
El hombre ha dado su último suspiro.
Aunque esto parezca el fin del mundo
No lo es,
Es solo tu sonrisa
La que ha causado
Semejante alucinación.


CONFESIÓN

Cada mañana cuando despierto
 Y te veo a mi costado
Me doy cuenta
Que mi paso por esta vida
No fue en vano.


HOSPEDAJE DEL BESO

El recuerdo de tus besos
No está en mis labios
Tampoco en mi mente,
El recuerdo de tus besos
Vive en los latidos de mi corazón
Cada vez que cierro mis ojos.


ENREDOS

La diferencia entre tener sexo y hacer el amor
Es abismal,
En lo primero dos cuerpos se enredan
Y en lo segundo
Dos almas se vuelven una.


FIGURA DEL TIEMPO

La única fachada
A la cual no he dibujado
Un corazón con tu nombre,
Es la de tu casa.
Pero eso qué importa,
Si mi corazón lo tienes
En tus manos.


NOSTALGIA

La primera gota de lluvia
Ha caído directamente en mi corazón.
Mi alma ha sonreído,
Ha recordado la caricia
De tu primer beso.


SILENCIO DE TUS OJOS

De tus ojos yo
Podría escribir mil y un cosas,
Pero cuando existen maravillas
Difíciles de explicar
Es mejor quedarse callado.


BESO SUICIDA

Y el beso se desliza suave, lento
Por tu cuello, por tus pechos,
Por tu ombligo,
Se confunde entre tu sombra,
Se tropieza en lo prohibido,
Cae, deja de ser beso,
Ahora solo es un suspiro.


ESPÍA

Y si usaras por un momento
Mi corazón como una almohada,
Solo así,
A través de tu sueño, descubrirías
El porqué de mis ganas
De hablarte, de mirarte
De sentirte cerca
Y por qué no, hasta me harías entender
Por qué te amo tanto.


INDELEBLE

Para demostrarte cuánto te amo,
Yo no necesito tatuar
Tu nombre en mi cuerpo,
Solo te ofrezco
Tatuar mi vida en la tuya.

  
ÉXTASIS DEL TALENTO

Hacer el amor
Es como hacer
Una obra de arte.
Se tiene que entregar el alma,
Romper los principios del pudor,
Desnudarte de los prejuicios,
Pero sobre todo
Dejar satisfecha
A la razón lo mismo
Que a la locura.


ORIGEN DEL FINAL

Mi último pensamiento
Antes de dormir,
Lo primero que asoma
A mi mente al despertar,
El nombre que durante el día
Ronda en mi memoria,
En eso te has convertido.


RETRATO DE LA RESPIRACIÓN

Sin tu fotografía
Tu ausencia en mi memoria
Hubiera asfixiado
El recuerdo en mi corazón.


SENTENCIA FINAL

Cuando los sentimientos
Son correspondidos,
El corazón escapa
De la prisión del querer
Y recién allí
Empieza a amar
Con libertad.


SABOR ETERNO

Tus besos tienen alma.
Si no, cómo entonces
Se explicaría,
Que al momento de
Probar tus labios,
El tiempo muere
Y una esperanza se eleva.


MIRARTE SIN MIRARTE

Mientras distraída
Giras tu rostro
Para contemplar
Una parte del firmamento,
Yo aprovecho ese instante
Para mirar con disimulo
La mitad de tu sonrisa:
Mi cielo completo. 


SUEÑO ETERNO

Despertar junto a ti
No es despertar,
Es sólo salir
De un sueño efímero
Para entrar
A un sueño eterno.


IDIOMA PERFECTO

Enredar mi lenguaje en tu deseo
Para inventar un nuevo idioma
En donde el placer y tu gloria
Solos se entiendan.


ROMÁNTICO COMPULSIVO

Para el corazón, una camisa de fuerza
Y para los sentimientos
El mejor de los ansiolíticos:
Tus besos.


DESVELO DEL SUSPIRO

Mientras duermes, mi sonámbulo corazón
Va hacia ti,
Te captura en un suspiro,
Te dibuja en mis sueños.
Ahora entiendo por qué durante el día
Tu nombre se convierte en insomnio.


DESEO DEL TIEMPO

Desear que las horas se detengan
Cuando estás a su lado
Es una clara señal
De que el amor
Tendrá memoria en el tiempo.


RESET MEMORY

Las milésimas de segundos
En que mi mente deja de pensar en ti
Es porque te está recordando
Sin que aun seas olvido.


EXPERIMENTO DEL ALMA

La mejor posición para hacer el amor
Es poner el corazón erguido
Y el alma sosteniendo los suspiros.


FANTASÍA

La mejor fantasía sexual
Consiste en que las partículas
De la imaginación
No penetren en el placer
De lo real.


TU SECRETO

Perderme en el monte abstracto
De tu secreto
Hasta descubrir el límite real
De tu inocencia.


INOCENCIA

Darte un beso
Es dar un paso en tu interior,
Es descubrir lo dulce
De la pasión,
Es llegar al éxtasis
De la inocencia.


SIMILITUD

El sinónimo de tu belleza
Es la palabra aun no inventada,
Es lo similar de un eco diferente,
Es el plural y singular
Hablando solo de ti.


DEFINICIÓN

Si al momento de acercar
Los labios,
Nuestros ojos se cierran
Es porque el beso,
Tímido por naturaleza,
No ha encontrado
Mejor forma de esconderse
Que anulando la mirada.

  
AROMA

El perfume de tu cuerpo:
Fragancia de la locura,
Esencia del amor,
Orgasmo del aire.


CELESTIAL

Hoy recién conozco
El verdadero sabor del amor:
He probado
Los besos de un ángel.


LATIDOS

Lo que tu corazón
Muy en el fondo esconde
Son secretos
Para lo eterno.
Solo cuando el sentimiento
Despierte
El sístole y el diástole
Hablarán de mi existir.


CELOFOBIA

Yo no siento celos
Del agua, ni del aire,
Ni del cielo que te mira:
Yo siento celos
De mí mismo,
De la complejidad
Con que te amo.


DESCUBRIMIENTO

Solo con tu beso descubrí
Que el límite de la ternura
Es cuando se llega
Al comienzo de lo prohibido.


DESNUDEZ

La desnudez de tu cuerpo
Perfora el espacio,
Envenena al tiempo,
Cubre la frialdad
Del deseo,
Abriga la sensación de morir.


LOCURA

La locura en el amor
No es la pérdida de la razón;
Por el contrario,
La locura en el amor
Es la inteligencia
Que ha sobrepasado su límite.


CUERPO DEL ALMA

Contemplar tu cuerpo desnudo
Es contemplar
El principio y el fin,
Es contemplar
El verdadero traje del alma.


INSTINTO DE LA MAGIA

Cuando los besos ya no bastan
Para demostrar tanto amor,
Es entonces
Cuando solo queda
Una cosa por hacer:
Desnudar al instinto
Sin descubrir su magia.


RESPUESTA

El antónimo de tu belleza
Es la respuesta
Que esconde el cuerpo
Cada vez que el espejo
Se mira
En el fondo de tu alma.


INÉDITA

La música del placer
No es otra cosa
Que el idioma del cuerpo
Inspirado
Por los gemidos del alma.


DESOBEDIENCIA

La mordida en el labio,
La manzana mordida,
Son dulces pecados
De un amor desobediente.


TIMIDEZ DEL DESEO

La marca en el cuello
Es la clara señal
De una complicidad,
Es la insinuación
Del placer,
Es el idioma que usa el deseo
Cuando quiere evitar palabras.


SENSUALIDAD

La sensualidad de las olas
Provocada por la magia
Del viento
Dan como resultado
El excitante torbellino
De tu cabello.


DECISIÓN

Si en algún momento
Alguien dejara de amar,
Espero que seas tú
Pues yo no soportaría
La amarga sensación
De ya no amarte.

  
PROVICIONAL
Mientras encuentre la palabra exacta,
Como definir lo que siento por ti,
Te voy diciendo
Que cuando se trata de sentimientos
El verbo no conoce de límites.


CATADOR

Tus labios tienen la dosis exacta
De deseo y de veneno.
No hay riesgo de morir
Al besarlos,
Pues el antídoto
Que esconde el paladar
Provoca el vicio de vivir.


IMPERFECTO

Escribir
Es como hacer el amor
Con la mujer perfecta,
Pero  a la hora equivocada.


SUTIL DIFERENCIA

La diferencia
Entre quienes te prometieron
Amar con el corazón y el alma
Es que yo te amo
Con el alma del corazón.


FANTASÍA

Perderme en los laberintos
De tu cuerpo
Es una sensación
Llena de angustia
Y de suspenso.
El terror es la fantasía
Al encontrarnos.


BENDITO PECADO

Hacer el amor y luego
Caer del cielo
Es como experimentar
La muerte en vida
Y el perdón en pecado.


THE END

Cuando en medio de la realidad
Se cruzan los límites
Del amor y la locura
Es ahí donde nace
El fin de la ficción:
El orgasmo.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Lección de amor (cuento - versión resumen)

Quienes digan que los niños - al igual que los adolescentes -jamás se enamoran, que con frecuencia suelen confundir el amor con la ilusión, déjenme decirles que están completamente equivocados. Yo a mis cortos siete años tuve la gran dicha de descubrir el verdadero amor. Solo que mi error, creo yo - o error de mi corazón - fue haberme enamorado de mi profesora. Ella tenía veinticinco años, pero yo la veía como si en realidad tuviese seis. Delgada y de contextura media. Me gustaba cuando se ponía de cuclillas cada vez que quería decirme algo, pues en esa postura quedaba casi de mi tamaño y solo así podía contemplar claramente la ternura que guardaban sus ojos. De lunes a viernes ansioso yo esperaba a que se hicieran las ocho de la mañana. Esa era la hora en que todo para mí empezaba a tener color, la hora en que me convertía en el niño más feliz y afortunado del mundo. Yo sentía que ella también me quería, que entre todos sus alumnos  yo era su preferido. Ella me decía “mi amor te quiero hasta el cielo” y yo le contestaba “que la quería hasta el cielo de ida y vuelta”.
Así como existieron meses macanudos también hubieron meses horribles, esos fueron los de las vacaciones, pero para suerte mía estos pasaron volando. Ese día con la emoción de que la volvería a ver me levante muy temprano. A los pocos minutos de estar en el aula ella apareció. Mis ojos brillaron de felicidad. Me pareció extraño que ella en vez de mostrar alegría al vernos tenía un semblante de tristeza. Después de pararse frente a nosotros anuncio con voz temblorosa algo que yo nunca pensé que pasaría. Dijo que ya no iba  a seguir siendo nuestra maestra, que se iba  a trabajar a otra ciudad.Me quedé helado, sorprendido ante tamaña noticia. Al notarme triste ella se acercó y me abrazó. Yo no pude soportar y dejé caer mis lágrimas (mis primeras lágrimas de amor). Lloré, lloré mucho. Le rogué de mil maneras que no se fuera. Le dije que allá se encariñaría con otros niños y se olvidaría de mí. Me puse mal, muy mal. Ella al verme llorar también lloró y en medio de sus lágrimas me dijo: no, yo jamás te olvidare, prométeme que tú nunca te olvidarás de mí. Terminó diciendo que llamaría frecuentemente a casa y me prometió que en vacaciones de medio año vendría a visitarme. Yo creí en sus palabras, sus dulces palabras.
Y en efecto, a los cuatro meses regresó. Apareció una fría mañana de julio. Entró sonriente al salón. Corrí hacia ella y nos abrazamos muy fuerte. Luego que nos separamos se inclinó frente a mí, quedó en la postura en que me favorecía, aquella en la que podía ver la ternura de sus ojos. Esta vez encontré su mirada más tierna que nunca.  La verdad es que hasta hoy no sé cómo explicar lo que sentí al oír sus palabras: “estoy embarazada” me dijo, mientras acariciaba su barriga  “le voy a poner tu nombre, será como tu hermanito menor” Me entristecí mucho, supe que una vez que tuviera a su hijo se olvidaría por completo de mí. Estuve  apunto de decírselo, pero no quise malograrle su felicidad. Tuve que beberme de un solo sorbo la rabia y la tristeza. Ese fue el último día que la vi, nunca más volví a saber de ella.

Hoy el sentimiento está mezclado con el gusto, la pasión, el placer. Nada comparado con el amor puro que sentía por mi profesora en ese entonces, ese amor en donde no existía un ápice de malicia, donde sólo una mirada bastaba para ser feliz. 
LECCIÓN DE AMOR   ( cuento - versión completa)

Quienes digan que los niños - al igual que los adolescentes -jamás se enamoran, que con frecuencia suelen confundir el amor con la ilusión, déjenme decirles que están completamente equivocados. Yo a mis cortos siete años tuve la gran dicha de descubrir el verdadero amor. Solo que mi error, creo yo - o error de mi corazón - fue haberme enamorado de mi profesora. Su tierno y delicado rostro me cautivó desde el primer día de clases. Llevaba el pelo recogido y vestíaun uniforme impecable: pantalón y chaleco color plomo, blusa color turquesa. ¿Que como supe que fue amor lo que había despertado ella en mí? Pues sencillamente porque al verla sentí casi lo mismo que sentía por mi mamá.
       Mi profesora tenía veinticinco años, pero yo la veía como si en realidad tuviese seis. Delgada y de contextura media. Me gustaba cuando se ponía de cuclillas cada vez que quería decirme algo, pues en esa postura quedaba casi de mi tamaño y solo así podía contemplar claramente la ternura que guardaban sus ojos, los cuales si bien es cierto, habían sido afectados tempranamente por una leve carnosidad, no dejaban de parecerme bellos. Su piel era blanca, más tarde me enteraría que provenía de una familia cajamarquina. Pocas veces o mejor dicho casi nunca se maquillaba, es por eso que algunas arrugas prematuras se dejaban ver cuando fruncía el ceño o cuando sonreía. Sus labios pequeños al igual que sus dientes formaban una sonrisa angelical. Tenía la voz un poco afónica (por no decir gruesa) pero no por ello dejaba de ser dulce, una verdadera caricia a mis oídos, más aun cuando me llamaba principito. Sí, porque para ella eso era yo y ella para mí una Barbie, aquella muñequita que conocí por medio de las figuritas con que adornaba sus folders. Algo que me fascinaba de ella era su cabello negro ondulado. Se le veía bien cuando lo traía recogido, pues aparentaba ser una niña de mi edad. Pero más hermoso se le veía cuando se lo soltaba (ahora de adulto encuentro la palabra exacta, se veía sexi). Por todo esto más su tierno carácter fue que la llegué a querer tanto.
        De lunes a viernes ansioso yo esperaba a que se hicieran las ocho de la mañana. Esa era la hora en que todo para mí empezaba a tener color, la hora en que me convertía en el niño más feliz y afortunado del mundo. Yo sentía que ella también me quería, que entre todos los alumnos  yo era su preferido. Ella me decía “mi amor te quiero hasta el cielo” y yo le contestaba que la quería hasta el cielo de ida y vuelta. Cuando hacía cosas que no debía me llamaba la atención de la manera más suave. Se preocupaba mucho por mí. De eso me pude dar cuenta una vez cuando enfermé. En una oportunidad cuando mamá no pudo llevarme al médico fue ella quien lo hizo. Gracias a ella aprendí buenos modales y a hablar correctamente, como por ejemplo a sentarme bien y a decir “todavía” cuando yo decía “toavía”.
A los cuatro meses de haberse iniciado las clases fue su cumpleaños. Con lo que tenía ahorrado de todas las propinas que mi padre me daba la pedí a mi mamá que le comprara un regalo. Ella sintiendo un poquito de celos le compró un ratón de peluche sosteniendo una guitarra. Recuerdo que cuando mi profesora lo recibió se emociono demasiado. Me confesó que en varias oportunidades le habían echo este tipo de regalos pero que no le había provocado la misma emoción, “pienso” me dijo “que debe ser porque este obsequio viene de parte de un angelito”.
       Mi madre también le estaba agradecida por lo bien que me trataba. Le pedía de favor que me cuidara y que me comprendiera porque yo era un poco especial, ahora comprendo  a lo que se refería cuando decía eso. A veces yo pensaba que ella me quería como  a un hijo, un hijo el cual ella siempre decía querer tener cuando conociera a la persona apropiada, eso yo no lo entendía. Una vez le pregunté por qué es que me quería tanto y me respondió que ella sabía que yo era un buen hijo y que un buen hijo era buena persona con todos.
   Cuando el año escolar terminó me concedió la dicha de llevarme  de paseo. Me compró un helado y luego me llevo al paseo “Las Musas”. Allí nos tomamos dos fotos: en una ella me tiene de la mano. En la otra aparecesola, posando como para una revista, siempre usando como fondo la figura de Deysi, la novia de Mickey Mouse. Esa foto la conservaba hasta hace poco, hasta que mi enamorada un día por casualidad la encontró y creyendo que era una ex novia, me obligó a deshacerme de ella. La verdad es que no se equivocaba del todo.
       Para mi cumpleaños me hizo dos regalos que hasta hoy los conservo. Uno es un osito de peluche (y para que no corra la misma suerte que la foto le engañé a mi enamorada que fue un regalo  de mi sobrina). El otro es una cadenita con la imagen de un angelito en donde está grabado la inicial de su nombre y el mío y que gracias a que la primera letra de su nombre  coincide con el de mi hermana le engañé que fue ella quien me la regaló.
      Pero el obsequio más raro que me hizo fue cuando me llevo a la playa. Es una piedrita pequeña de forma muy peculiar, la cual la sigo conservando y cuando mi enamorada me pregunta por qué es que la guardo con tanto cuidado, yo le contestó que es un cálculo de la vesícula que le extrajeron a mi padre.
Asícomo existieron meses macanudos también hubieron meses horribles, esos fueron los de las vacaciones, pero para suerte mía estapasaron volando. Ese día con la emoción de que la volvería a ver me levante muy temprano. A los pocos minutos de estar en el aula apareció. Mis ojos brillaron de felicidad. Me pareció extraño que ella en vez de mostrar alegría al vernostenía un semblante de tristeza. Después de pararse frente a nosotros anuncio con voz temblorosa algo que yo nunca pensé que pasaría. Dijo que ya no iba  a seguir siendo nuestra maestra, que se iba  a trabajar a otra ciudad.Me quedé helado, sorprendido ante tamaña noticia. Al notarme triste ella se acercó y me abrazó. Yo no pude soportar y dejé caer mis lágrimas (mis primeras lágrimas de amor) las cuales mojaron el lunar que tenía en el lado derecho de su cuello. Lloré, lloré mucho. Le rogué de mil maneras que no se fuera. Le dije que allá seencariñaría con otros niños y se olvidaría de mí. Me puse mal, muy mal. Ella al verme llorar también lloró y en medio de sus lágrimas me dijo: no, mi principito, yo jamás te voy a olvidar, jamás te cambiaría por otro niño, prométeme que tú nunca te olvidarás de tu Barbie. Terminó diciendo que llamaría frecuentemente a casa y me prometió que en vacaciones de medio año vendría a visitarme. Yo creí en sus palabras, sus dulces palabras.

       Y en efecto, a los cuatro meses regresó. Apareció una fría mañana de julio. Entró sonriente al salón (sin saber el verdadero motivo de su sonrisa). Corrí hacia ella y nos abrazamos muy fuerte. Luego que nos separamos se inclinó frente a mí, quedó en la postura en que me favorecía, aquella en la que podía ver la ternura de sus ojos. Esta vez encontré su mirada más tierna que nunca.  La verdad es que hasta hoy no sé cómo explicar lo que sentí al oír sus palabras: “estoy embarazada” me dijo, mientras acariciaba su barriga  “le voy a poner tu nombre” añadió y luego de sonreír terminó “será como tu hermanito menor”. Me entristecí mucho, supe que una vez que tuviera a su hijo se olvidaría por completo de mí. Estuve  apunto de decírselo, pero no quise malograrle su felicidad. Tuve que tragarme la rabia y la tristeza. Ese fue el últimodía que la vi, nunca másvolví a saber de ella. Desde aquella vez he intentado amar de esa misma forma pero no he podido, el amor que siento hoyestá mezclado con el gusto, la pasión, el placer. Nada comparado con el amor puro que sentía por mi profesora, ese amor en donde no existía un ápice de malicia, donde sólo una mirada bastaba para ser feliz.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Confesiones en el paraíso (cuento)

- ¿Estás feliz de que yo sea el primer hombre? – pregunta él rompiendo el silencio producido hace unos segundos.
- Sí – responde ella, volviendo a su normal ritmo de respiración -  Me siento afortunada de que hayas sido tú. Te juro que nunca me voy a separar de tu lado.
- ¿Y cómo puedes asegurarme eso? – interroga él mirándola fijamente a los ojos.
- Por que así lo ha dispuesto Dios – contesta ella, sin dejar de cubrir su sexo con una de sus manos.
- ¿Dios?.
- Sí, Dios – afirma ella, examinando la cicatriz en las costillas de su compañero  – Y ahora que lo nombro siento que le hemos fallado. Siento como si hubiese pecado.
- ¿Qué hemos pecado? ¿Cómo? – pregunta él simulando no recordar que hace sólo unos minutos había dejado de ser polvo.
- No te hagas el tonto – le increpa ella en tanto su mirada se ha fijado en una tentadora manzana – ¿Me la alcanzas por favor? Me ha dado un hambre atroz – añade señalándole con los ojos.
El hombre duda unos segundos pero luego obedece. Al momento en que se desplaza para alcanzar dicha fruta la mujer observa en silencio que algo similar a una serpiente cuelga de él, esa serpiente que ahora se muestra tan inofensiva y que hace poco fue la causante del pecado.
Apenas recibe la manzana le clava sus cristalinos dientes y luego le ofrece a su compañero.
En un primer momento el hombre se niega pero ante tanta insistencia termina dándole una mordida. De pronto se oye una voz desconocida, una voz imponente que les pide abandonar el lugar, advirtiéndoles que el tiempo ya se había cumplido.
Rápidamente ambos se visten y descienden desde el cuarto piso. A la salida, el hombre entrega las llaves al recepcionista y éste a la vez le devuelve su DNI junto a una tarjetita en donde se lee: “Hostal Paraíso”.